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Luto en los labios. Plácido Ramírez Carrillo

Luto en los labios. Plácido Ramírez Carrillo
Antonio Martín Durán. Foto: Cedida
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Junio parpadea distancias, y la niña de los ojos claros madruga noticias nuevas, y baila en los labios sobre suspiros blancos. Nos asomamos al balcón de la duda, con prisa en el reloj, y una miaja de respeto, sobresaltados por tanta hoja de ruta y tanta improvisación. Y seguimos reponiendo fuerzas y propósitos, entre indecisos y respetuosos, aguantando la lambucería.

Avanza junio, sin fiestas de guardar; ni Corpus, ni San Juan con su cartel de toros, ni su programa con coche y altavoz, anunciando circos, tómbola el maño, o churrería hermanos Pernía. Esta vez no hay eventos, ni habrá ferreonas que celebrar, con refresco o chufleteo final, como dice el periodista Juanma Cardoso.

Mi madre, que, como casi todas las madres de posguerra y de emigración, es muy refranera, novelera, y de dichos populares tiene un saco llano, y acostumbra a utilizarlos con frecuencia, en abundancia y variados (ya lo dije en alguna otra ocasión) ahora que se acerca el corpus sigue diciendo este “Tres jueves brillan más que el sol, el Jueves Santo, el Corpus Cristi y el día de la Ascensión”; precisamente este próximo domingo se celebrarían con todo lujo de detalles en nuestros pueblos y ciudades. En san Vicente de Alcántara lo hacen de manera muy vistosa y artística, y ya está considerado de interés turístico regional, y andan trabajando en conseguir el reconocimiento de nacional, seguro que el año que viene irá con más fuerza, y darán un buen empuje.

Avanza junio, moviendo sus ramas, los arboles saludan al nuevo tiempo que viene, y seguimos contando seres queridos que se nos van, sin una despedida digna, pero no salen las cuentas. No hay cobertura para las lágrimas. Se nos marchó de repente Antonio Martín Durán, el maestro, el escritor, el amigo, el alcalde (fue el primer alcalde del PSOE en San Vicente de Alcántara (1983-87) generoso, tierno, campechano, amante de la tertulia, de los mediodías sinceros e interminables ante la tapita y el vaso de vino para brindar por la amistad, en sus bares preferidos y más populares, el Litri, el Juicio, Gordillo, el Guapete, la Puertita…

Celebración del Corpus en San Vicente de Alcántara
Celebración del Corpus en San Vicente de Alcántara. Foto: Cedida

Lo conocí en el verano del 82, mientras un servidor presentaba mi libro ‘Vereda’ por casas regionales y pueblos extremeños, después de participar en el II Congreso de emigrantes extremeños en Mérida, representando al Hogar Extremeño de Leganés. Él fue el artífice para presentar dicho libro en San Vicente de Alcántara, donde ya estaba de profesor, después de regresar de Barcelona; luego hizo gestiones para Aliseda, donde era alcalde su primo José Luis Martín Cabezali (de los más jóvenes de España) Hace menos de un año coincidí con él en la exposición que montó el periódico Hoy en la Asamblea de Extremadura con motivo de los 40 años de ayuntamientos democráticos, y hablamos de aquellos tiempos, cuando España era en blanco y negro y, como no podía ser de otra manera, del primo Antonio.

Desde entonces mantuvimos una estrecha amistad, intensa y duradera. Hemos compartido charlas, recorrido/ruta de bares (con nuestro común amigo el cantaor Ángel Morro) tertulias y libros. Tenía grandes dotes como escritor; una vez jubilado, en poco más de cinco años publicó media docena de libros; y fue colaborador asiduo en revistas y prensa. Gran amigo de sus amigos, hombre cabal, coherente y solidario. Nuestro más sentido pésame para su mujer Felisa y sus cuatro hijas.

Cae la tarde, se barrunta el miedo y el silencio, y aquí seguimos, a pesar del sueño de la tranzadera o de la tarumba. Creemos que en el Congreso sobran soberbia y malos modos, y faltan dialogo y buenas maneras. Bueno sería que algunas de sus señorías cerrasen la puerta al salir, y no volviesen mas, por coherencia, y así de paso nos ahorraríamos sus grandísimos sueldos y sus privilegios, que son muchos y variados.

Cambiamos de fase, y aunque en Extremadura vamos a la tres, es como si siguiéramos en la dos, porque no podemos viajar entre provincias, lo que no acabamos de entender muy bien. Abren los bares, las discotecas con mesura y distanciamiento, así que ya sabe usted, nada de bailar pegados, si acaso una mirada, un gesto, un guiño…

Seguimos enhebrando la tarde con el hilo de la melancolía, y uno se emociona con la mirada inocente de Olivia, con sus nueve meses y la risa de cuarto y mitad de sus dos dientes blancos. Al final se duerme en mis brazos, meciéndola al compás del baile del pasodoble ‘Islas Canarias’.

La noche vuelve a desplegar su manto enlutado, sin bálsamo de Fierabrás que nos calme, mientras lloramos a nuestros muertos. Amnistía para nuestras lagrimas. Luto en los labios, dígase aquí y ahora.

Los silencios son los que nos convierten en hombres verdaderos.

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

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