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Moda sostenible, Fast Fashion & Low Cost. María José Trinidad

Moda sostenible, Fast Fashion & Low Cost. María José Trinidad
Foto: Retha Ferguson https://www.pexels.com/es-es/@rethaferguson
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La industria de la moda es un mundo apasionante con un significado más profundo de la banalidad a la que suele asociarse el culto a la imagen. La moda ha sido un reflejo en el tiempo, del sentir de cada época, de las carencias y los excesos, de las revoluciones, de la liberación de la mujer y una expresión de la cultura e idiosincrasia de los pueblos.

La moda tiene su propio nicho de mercado en el turismo; así ciudades como Milán, Madrid o Viena son el destino elegido por muchos visitantes con el objetivo principal de realizar compras; viajes de negocios, ferias o pasarelas como las internacionales de Nueva York o Londres o exposiciones y museos, como el Musée de la Mode Palais Galliera (París). Y es que, en la moda, las principales capitales del mundo están presentes porque los distintos ‘stakeholders’ que intervienen son globales, desde la transformación de materias naturales y artificiales, producción de tejidos, diseño, patronaje, confección o montaje y venta. (Esta globalidad habrá intervenido en la gran cantidad de anglicismos que hay en su literatura).

“La moda no solo existe en los vestidos (…), la moda tiene que ver con las ideas, con la forma en la que vivimos, con lo que está pasando”. Gabrielle Chanel.

El sector manufacturero global (textil, confección, piel y calzado) tenía en 2017 alrededor de 300 millones de trabajadores (The Sustainable Fashion Blueprint 2018), facturando el textil más de 5.800 millones de euros en el año 2019. En España, las empresas ‘low cost’ se llevan la mayor parte de forma proporcional, el resto pertenece a pymes que apuestan por un modo de producción más sostenible.

En 1989 la diseñadora inglesa Katharine Hamnett realizó sus primeras investigaciones para producir prendas más respetuosas con el medioambiente y una producción ética socialmente. En esta década surge el término ‘Slow’, aplicado a la comida (‘slow food’), que define la calidad en productos y procesos y la necesidad de echar el freno a las prisas. El ‘Slow Fashion’ tiene como objetivo el consumo responsable, y también cumple la labor de concienciar sobre el impacto que la industria textil tiene en el ecosistema, el agotamiento de recursos y la calidad de vida de las personas.

Producir a morir para consumir a morir
La industria textil es la segunda más contaminante después del petróleo, y con una mano de obra deslocalizada que genera falta de empleo en los países consumidores y empleo precario en países como China, Bangladesh o India. El consumismo masivo de prendas a bajo precio es una forma de ocio que genera una falsa sensación de poder adquisitivo, ropa con una vida útil efímera y que deja de estar a la moda cada 15 días, que es el tiempo que tarda en llegar una nueva colección a la tienda. El público de masas tiene a su alcance prendas que imitan a las firmas de alta costura a precios asequibles, últimas tendencias de forma inmediata y a nivel mundial. Estas prisas no son baratas ni en términos ecológicos ni en términos sociales. Consumimos un 60% más de ropa que hace 15 años. Producir a morir para consumir a morir.

El vertiginoso ritmo del ‘fast fashion’ está sustento de historias sórdidas. En 2013 murieron más de 1.100 personas en una fábrica en Bangladesh al derrumbarse un edificio en pésimo estado donde se confeccionaba de manera industrial. Una llamada de atención al mundo sobre la explotación del sector textil en los países más desfavorecidos y que desencadenó el ‘Fashion Revolution’.

El lavado a la piedra del tejido vaquero con chorro de arena provoca enfermedades respiratorias mortales, siendo un proceso que aún se lleva a cabo, aunque firmas muy conocidas se han ido desvinculando de esta práctica en la última década. Así como el tinte de tejidos, compuesto por productos químicos dañinos, que contaminan el agua en países sin ninguna legislación que los proteja y que van directos a nuestra piel, siendo el color negro, el más contaminante y el más reclamado por el público.

Greenwashing (lavado verde)
El greenwashing, o el paripé, para los que amamos nuestra lengua e intentamos sin éxito huir de anglicismos. Algunas marcas limpian su imagen o la potencian asociándola al respeto al medio ambiente, ecología y sostenibilidad. En algunos centros comerciales con miles de metros cuadrados les basta un ‘corner’ de 15 metros cuadrados con prendas sostenibles para posicionarlas como punta de lanza en sus campañas publicitarias. Que el packaging sea de cartón reciclado, o la imagen fashionable del momento esté repleta de paisajes verdes no implica que la firma sea sostenible.

Un lavado de cara en el que se invierte un presupuesto nada desdeñable, atendiendo a la demanda o a exigencias legales. Así mismo repercute de forma negativa en empresas que sí están realizando grandes esfuerzos por llevar a cabo una moda sostenible, ya que ven como estos conceptos relacionados con su buen hacer y autenticidad pierden cierto valor o categoría en el imaginario colectivo del consumidor.

Algunas opciones sostenibles

  • Materiales biológicos, que contengan pigmentos naturales, tejidos procedentes del bambú o cáñamo que contienen agentes antibacterianos y frenan el derroche y contaminación de agua. ¡Para fabricar una camiseta se utilizan 7.000 litros de agua!
  • La economía circular que huye de la línea producir-consumir-destruir. ‘Upciclyng’ es un neologismo de los conceptos reciclar (recycling) y mejorar lo que ya tienes (up), customizar prendas ya usadas o nuevas pertenecientes a stock de almacenes.
  • Asociaciones como Better Factories Cambodia, compuesta por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de las Naciones Unidas y la Corporación Financiera Internacional (CFI), miembro del Grupo del Banco Mundial. Involucra a trabajadores, empleadores y gobiernos para mejorar las condiciones de trabajo y aumentar la competitividad de la industria de la confección. Auditan a las empresas que pertenecen a ella y otorgan un valor de transparencia en el proceso de producción.
  • La elección del consumidor. Probablemente el arma más poderosa. Poner en práctica nuestro pensamiento de consumir menos para consumir mejor. Invertir en prendas de larga duración y mayor calidad. Podemos mirar la etiqueta de la prenda que llevamos, ver dónde y cómo es fabricada, buscar algo de información en el móvil e incomodarnos, que es un gran paso.

 

Y es que es una salvajada llevar una camisa con cuello Mao, color arena, que nos da un aire hípster, intelectual y moderno, que nos hace atractivos e incluso comprometidos con el mundo y pensar, aunque solo sea un segundo, que esa camisa puede haber sido cosida por unas manos demasiado pequeñas.

 

Somos Sostenibles Agosto 2020
People. Mercado de kilómetro 0 en Tablón de Anuncio. Servicio online que pone en contacto consumidores y productores para que puedan realizar la compra-venta de productos sin intermediarios. Puedes encontrar verduras, embutidos, carnes… y la mayoría de producción ecológica.

Planet. Astroturismo en Extremadura. Monfragüe, Alqueva y Sierra Suroeste cuentan con el certificado de destino turístico Starlight. La baja contaminación lumínica junto con el buen clima, posicionan a esta región como un paraíso para la contemplación de las estrellas.

Profit. Lorena Panea. Firma de moda de mujer. Esta diseñadora extremeña lleva a cabo la sostenibilidad en el proceso productivo de su firma, realizando una producción local, artesana y bajo demanda, no generando así excesos de stock. Los tejidos utilizados también son de bajo impacto ambiental.

Si conoces una empresa, proyecto o persona que desarrolle acciones sostenibles, envíame su contacto. ¡Muchas gracias!

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