Logo revista Grada
Buscar

Nuevo Año Nuevo. Juan Monzú

Nuevo Año Nuevo. Juan Monzú
Arco de Jano. Foto: Cedida
Léeme en 3 minutos

Las especiales luces han sofocado sus filigranas y nos han dejado un triste retumbo de sonrisas, que ya dormita en los cajones de la rutina. Jano, al que se le atribuía la invención del dinero y auguraba los buenos finales, ha cerrado un tiempo y ha abierto otro con el apagado de los brillos metálicos. Como dios de las puertas y de los comienzos y los finales, era invocado el primer día del primer mes del año, que le fue consagrado y llamado Januarius, en castellano viejo, enero.

De nuevo, el principio de casi todo lo que ya no tiene principio porque todo está inventado y hecho, o por hacer, que nunca se sabe. De nuevo los proyectos, las esperanzas, el querer y no poder, las ideas, los triunfos, los fracasos, y el poder y no querer. Todo igual. Pero diferente.

Porque el reloj del tiempo y el tic-tac de la intención se matizan en este Nuevo Año Nuevo, de incertidumbre que, al menos por el momento, y mientras el presente está por enmendar, el futuro por inventar, y el pasado por discernir, nos mantiene a raya en medio de esta invisible amenaza que nos alarma, nos confina y nos restringe, y parece encontrarse ‘tan a gustito’ en medio de esta sociedad forjada por el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra: el ser humano.

Con los aires de renovación que se le suponen a un tiempo nuevo, sería de esperar por parte de todos, todos, una nueva y mejor voluntad para enmendar errores -estos, aquellos y los de más allá-, sofocar soberbias -que haberlas hailas-, razonar ambiciones, ajustar sentimientos, acordar maneras, templar fanatismos, igualar tolerancias, poner empeño y pensar, en pensar que tal vez estamos olvidando pensar.

Y es que por encima de los dioses y las musas, de las creencias y la incredulidad, de dogmas y sofismas, si a Jano se le representaba con dos rostros, el que miraba al pasado y el que miraba al futuro, era tal vez, digo yo, posiblemente, ‘a lo mejón’, para simbolizar su poder y capacidad en la toma de decisiones, mirando los errores cometidos para evitarlos en lo sucesivo.

Aunque sea por esa nueva vida que el rumrum otorga al año nuevo, hasta podría ser posible empezar a creer que todo cuanto nos solivianta y nos desasosiega y nos preocupa y nos zarandea y nos estremece, encontrará por fin la puerta a la certidumbre, el horizonte a la confianza y el camino de la solución, entre otras cosas la de esta larga y dura carencia de abrazos y besos y abundancia de rostros refugiados tras las mascarillas del miedo, como resultado de la vacunación masiva y, esperemos, eficiente.

Y creer que los que dicen que saben y quieren, lo van a intentar de verdad, cada quien en sus formas y sus modos, en un ejercicio de determinación y buena voluntad; creer que puede principiar un tiempo exento de ideas hueras, de dislates dialécticos y gestuales, y de conductas alejadas del sentido natural y general de las cosas, que siendo muchas y diferentes, todas tienen un sentido. Y creer que se abre un horizonte sin virus que lo corone.

Este añejo y renovado principio de tiempo, podía ser un buen momento para creer que queremos, y quieren, hacerlo de verdad y en nombre del interés general, sin más condiciones que la libertad de pensamiento y el derecho a vivir en paz. ¡Covid mediante!

ENTRADAS RELACIONADAS

Harán lo que les dé la gana, les concederán lo que se les ocurra pedir por más insólito que pueda...
Adornado, como no podía ser de otra manera, de protagonismos, radicalismos, tontunas y salidas de tono, el 6 de diciembre...
¡Ahora sí! Ahora, igual puedo conseguir contestarme la pregunta que por los rincones de la duda y el desaliento se...
He de reconocer que, embebido en otros trabajos y alguna presentación, el tic tac del tiempo ha consumido más tiempo...
No sé si por mis años, mis canas, o porque es mucho lo que hay, me va costando entender y...
A fe que no quiero saber hacia qué lado se inclina la balanza con el peso de la razón en...

LO MÁS LEÍDO