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Cosas veredes. Juan Monzú

Cosas veredes. Juan Monzú
Muralla de la fortaleza de Gormaz (Soria). Siglo XII-XIII. Foto: Juan Monzú
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He de reconocer que, embebido en otros trabajos y alguna presentación, el tic tac del tiempo ha consumido más tiempo del que creí necesitar cuando, en el mes de marzo, escribí mi ultima colaboración, que, si la memoria no me traiciona, hablaba de un pensamiento del abuelo de Facundo Cabral, que decía que “temía a los idiotas, porque como son mayoría, incluso eligen al presidente”.

¡Mea culpa! He estado desconectado, por indiferencia, de lo insustancial que, de palabra, hecho y omisión, nos regalan los aurigas de nuestro futuro y progreso, y nuestros dineros, sonriendo y abriendo la boca para desesperanza nuestra, convidados de piedra condenados a ser invisibles cuando nuestras prioridades, escaseces e inquietudes, no importan a nadie. Y un lunes, o un martes que tanto da, miré los muros “de la matria mía”, y los encontré (como dijo Quevedo) desmoronados, y “cansados por quien caduca ya su valentía”.

Y es que ese quien, o esos quienes (o quienas) de tanto en tanto parece sentirse obligado a decir algo, lo que sea, no sé si para desviar la atención sobre los verdaderos problemas que nos acucian a pesar de sonrisas y relajados gestos, o por razones de más adentro, que mi pobre intelecto no alcanza a discernir. Pero es de imaginar que alcanzan su objetivo, porque no paran de salir al ágora de la verborragia, y dejarnos caer incunables desatinos de expresión, en fondo y forma.

Olvidando viejas sonatas internacionales, algunos arremeten contra todo eso que, a pesar de las carencias, necesidades, pandemias, faltas, errores, causas miles… y de ‘ellos’, es nuestro, (mío, de usted, y el de enfrente) no suyo, ni de su idea o su doctrina, viendo, o eso dicen, autoritarismo a diestra y siniestra. ¡Bueno, a siniestra no, porque con el gato en la gatera, tendrían las orejas, fuera!

Con el mismo estoico mohín y luciendo palmito creyeron conseguir la cuadratura del círculo cuando como consecuencia de la ausencia de eventos deportivos, descubrieron que habían bajado las estadísticas de las apuestas deportivas, pusieron en cuarentena las bondades del aceite y el jamón y, cual bálsamo de Fierabrás, firman y afirman que “los españoles consumen excesiva carne y eso perjudica su salud y la del planeta”. Con estos primores nosotros iremos a pastar, mientras ellos, ellas, elles, pactan, dictan y callan. ¡Cosas veredes que faran fablar las piedras!

Yo, que no sé nada, no consigo encontrar donde guarda el concepto patria esa ‘pesada carga’ que de forma gratuita y generosa se le ha imputado sin causa previa, diciéndonos que “hay que trabajar sobre el concepto matria porque matria es algo que cuida y no discrimina a nadie”.

Muralla de la villa medieval de Urueña (Valladolid). Foto: Juan Monzú
Muralla de la villa medieval de Urueña (Valladolid). Foto: Juan Monzú

De tales palabras y conceptos se deduce, a poco inteligentes que seamos, como yo, que ‘matria’ sería la panacea de la convivencia, el respeto, la integración y la igualdad, y ‘patria’ la negación, el lado oscuro, porque asegurando que matria es un proyecto de convivencia democrática, se está negando que patria lo sea. Y a mí, que me parece que el proyecto, la convivencia, la igualdad y la identidad, es su trabajo, su prioridad, su urgencia, sin necesidad de aforismos que escondan intenciones o intencionalidades.

Hasta donde sé patria es sinónimo de tierra, esta o aquella, con esta o aquella lengua, a la que el individuo se siente ligado por una serie de vínculos cuando menos emocionales, como el de la identidad. Vínculos que son parte nuestra desde que nacemos, y no en función de un fin, particular o al servicio de no sé muy bien qué; vínculos que no entienden de diferencias subliminales de conceptos que en nada cambian la radicalidad o las diferencias, porque eso, mire usté, está en nosotros mismos y no en ningún concepto o definición, por mas moderna o modernista que resulte.

Si ‘matria’ es un concepto que utilizaron intelectuales como Unamuno o Virginia Wolf, patria es un término latino recogido por el humanismo renacentista del siglo XV, ligado al Renacimiento, que marcó el inicio de la Edad Moderna, y allí estuvieron Dante, Petrarca, Bocaccio, Antonio de Nebrija, Erasmo de Róterdam, o Juan Luis Vives, que me parece que también fueron intelectuales. ¡Digo yo!

Tengo la sensación de que nos creemos tan liberales que, últimamente, parecemos estar convencidos (algunos, algunas, algunes) que los otros van con el paso cambiado, mientras nosotros presumimos, con pocos motivos, de progresistas y extrañas panaceas, no sé si de Pandora.

“Pero la patria, hoy profanada, quiere que con mi oscura pluma de gramático… exija mi lugar. ¡Lo estoy haciendo!” (J.L. Borges) ¡Pos eso mismo!

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