En la era donde las historias de superación y triunfos personales se vuelven virales con facilidad, existe algo particularmente preocupante: la idea de tomar como referente los logros excepcionales de personas ciegas para medir a quienes tienen baja visión. Esta idea puede volverse pesada, injusta y dañina.
Es maravilloso que las personas ciegas puedan ‘superar’ sus desafíos con una actitud positiva. Sin embargo, esta narrativa es una trampa que puede distorsionar la realidad. Esta situación obliga a las personas con baja visión a esconder sus verdaderos sentimientos y experiencias detrás de una máscara de optimismo constante. En este contexto, expresar frustración, tristeza o enojo se considera inaceptable.
Es habitual encontrar relatos de personas ciegas que realizan acciones asombrosas, como desplazarse de forma autónoma por el caos urbano, o cocinar platos complejos sin ayuda, incluido lograr metas insuperables al subir montañas inaccesibles. Y todo ello acompañado de una sonrisa radiante y una actitud optimista inquebrantable. Los comentarios que acompañan estas publicaciones están llenos de apoyo y admiración genuinos, pero también refuerzan una narrativa peligrosa: la idea de que la falta de visión no es una tragedia, sino una adversidad que siempre puede superarse con la actitud adecuada.
Esto crea una presión invisible sobre las personas con baja visión, quienes sienten que deben ocultar su frustración o tristeza por miedo a ser juzgadas como ‘negativas’ o ‘pesimistas’. La comparación con las personas ciegas que logran ‘grandes metas’ suele ser utilizada como un estándar de referencia. Frases como “podría ser peor”, “mira a ese ciego, está peor que tú”, o “piensa en positivo”, no solo minimizan las dificultades individuales, sino que también refuerzan la idea de que cualquier queja o expresión de vulnerabilidad es un signo de debilidad o negatividad.
Es por esto que es crucial dejar de comparar experiencias. La vida de una persona con baja visión no se mide por la capacidad de subir montañas o navegar en ciudades caóticas. A veces, el verdadero coraje radica en expresar las dificultades sin miedo a ser juzgado.
Aceptar y visibilizar la frustración, el cansancio o el miedo no es rendirse, sino humanizar la experiencia de vivir con baja visión. No se trata de negar los logros de quienes alcanzan metas extraordinarias, sino de comprender que cada trayectoria es única y merece ser respetada en su singularidad.
El problema no está en los referentes en sí, sino en cómo se imponen. Cuando un ejemplo de superación deja de inspirar y empieza a generar culpa, presión o silencio, deja de ser un referente y se convierte en algo que cuesta digerir. Un referente indigesto.
El festival también incluye un amplio programa de actividades paralelas durante el mes de noviembre, como el programa ‘Cine y escuela’ en el Centro Cultural Alcazaba, con proyecciones para escolares; el taller práctico ‘Diseñar para la cámara’, impartido por el director de arte Damián Galán Álvarez, los días 8 y 9 en la Sala Trajano; un concierto el 16 de la Banda de Música de Mérida en el Centro Cultural Alcazaba; o la exposición de los 20 carteles oficiales del festival del 17 al 30 de noviembre en el mismo espacio.