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Sin lágrimas en el camposanto. Plácido Ramírez Carrillo

Sin lágrimas en el camposanto. Plácido Ramírez Carrillo
José Iglesias y Joaquina Oncins. Fotos: Cedidas
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Octubre llegó recelando suspiros y lágrimas blancas. Primero fueron San Francisco y San Plácido, y luego Santa Teresa quienes nos echaron sus bendiciones, y nosotros, pecadores de días de diario y fiestas de guardar, rezamos nuestras plegarias. Ya nos lo dice el refranero: “En llegando octubre las migas a la lumbre”.

– Un servidor las hace desde septiembre, o cuando se tercia.
– ¿El qué, mire usted?
– Las migas, claro.

Octubre es un mes de muchas celebraciones en mi caso. Mi santo, mi aniversario, mi cumpleaños, la comunión de mi princesa Lola. ¡Un no parar, oiga!

A primeros de mes despedimos a doña Joaquina Oncins, profesora, directora de la ‘Aneja’ o Arias Montano, vecina de nuestra barriada de Santa Marina, y viuda del poeta Jesús Delgado Valhondo, siempre en el recuerdo. ¡Nuestras condolencias a sus hijos, Sofía y Jesús!

Seguimos sin poder despedir a nuestros seres queridos, como antes. Nos cambiaron las costumbres. No podemos asistir a la iglesia, ni acompañar al difunto hasta su morada final. Sin lágrimas en el camposanto.

Desde Madrid, el día 14 llegó la triste noticia, (primero a través de Marceliano Llorente y luego de Jacinto Gil y Juan José Arias) de que el poeta José Iglesias Benítez había muerto. ¡Se nos partió el alma! Se nos rompió la cadencia del endecasílabo que con tanto equilibrio y naturalidad, él acunaba, y lloramos como niños con sus versos como panes en las manos.

José Iglesias era extremeño de una vez. Un hombre bueno, querido por todos (jamás oí hablar mal, ni regular, de él). Sensato, coherente, generoso, cabal, divertido, (nadie contaba los chistes como él), comprometido, de un lirismo especial. No hace mucho tiempo, disfrutamos de su amistad y su poesía, en los lunes liricos de la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Badajoz.

José Iglesias (3i) y Plácido Ramírez (3d) con otros compañeros tras una reunión literaria. Foto: Cedida
José Iglesias (3i) y Plácido Ramírez (3d) con otros compañeros tras una reunión literaria. Foto: Cedida

Un poeta sencillo, cercano, ajeno al amiguismo, al pesebrismo, a todo divismo, a ir de figura, como otros; un poeta con una técnica inigualable, construía versos de rango superior. Un poeta de altura, pero siempre al alcance de lectores sensibles que quisieran acercarse a sus libros. ¡El mundo literario, en especial el extremeño, está de luto!

Era el actual presidente del Hogar Extremeño de Madrid, el de siempre, el de Gran Vía 59 (cuántos recuerdos) y fue fundador y director de Beturia Ediciones, cargo que ocupa en la actualidad Ricardo Hernández.

Chema Lorite, uno de los amigos que propagó primero la noticia, decía “…se me ha quebrado la voz y… mis dedos apenas pueden escribir”. Alonso Carretero, a su vez, exclamó: “Hemos perdido el espejo de la generosidad y la alegría donde mirarnos”. Otros amigos, como Alejandro García Galán, decían que debía haber sido nombrado académico hace mucho tiempo. Hablando con don José Becerra, alcalde de Villalba de los Barros, su pueblo, cuya Casa de la Cultura lleva honrosa su nombre, convenimos en hacer un homenaje cuando las circunstancias lo permitan. ¡Descansa en paz poeta, amigo, hermano!

“Volverá con su pluma en el estío/ a escribir en la luz de madrugada/ a coser ilusión en el rocío”.

Y nosotros aquí, frente a nuestros pensares, o en la plaza de Santa Marta (del ‘pirulo’), escuchando al violinista poeta Pedro Martínez, suspirando con ayees melancólicos y deshilachados, lo mismo que ayer. Seguiremos marcando el tiempo en los relojes del silencio, apadrinando madrugadas, con luto en los labios, enhebrando penas y poemas, cosiendo esperanzas para un mañana que no sabemos cómo vendrá.

Seguiremos lastimando miradas de ternura y abrazos acanelados, barruntando versos que la lluvia agita como golondrinas. ¡Y sin lágrimas en el camposanto!

Parece que la lluvia, viene de camino, sonriendo, desequilibrada y a destiempo.

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

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