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Sobre las miradas del tiempo. Plácido Ramírez Carrillo

Sobre las miradas del tiempo. Plácido Ramírez Carrillo
Feria del Libro 2021 de Badajoz. Foto: Cedida
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Seguimos escribiendo renglones torcidos con borrones, que traían sentimientos y caricias que parecían de verdad. Las madrugadas no se estiran, a veces se retrasan.

Mayo se despidió haciéndonos un guiño de ternura, con la Feria del Libro más importante de Extremadura, y de las mejores de España. Llegó junio con la misma canción y su ilustrada palabra. El paseo de San Francisco estaba preñado de aromas y colores, como una luz de sencillez.

La Feria la inauguró el extremeño Luis Landero, un lujo, y se presentaron más de 80 libros, la mayoría de ellos extremeños, lo mejor de cada casa; entre ellos ‘La calle del medio’ de Justo Vila, ‘La voz definitiva’ de Juan Monzú, o ‘Valdelacalzada, versos bajo su luna’, por citar algunos de ellos, porque la lista sería interminable, y necesitaría tres artículos como este.

Juan Monzú y Plácido Ramírez. Foto: Cedida
Juan Monzú y Plácido Ramírez. Foto: Cedida

A la Feria del Libro se va con oficio, con los afectos bien visibles, y con la afición altanera. Y entre el estropicio y el rezumbo del gentío que acude y saluda a diestro y siniestro, las emociones, según se van cruzando, se conocen mayormente por la mirada. ¡Ay, las miradas del tiempo!

En la Feria se está bien a la sombra y a la resombra. Mi madre llegó de Madrid, a tiempo para la feria, con sus lucidísimos 91 años. Desayunó el viernes con Eli y la niña Olivia su tostada de aceite y su vaso de leche, como todos los días, y luego asistió a la final del concurso escolar ‘Está en los libros’; habló con unos y con otras, la escritora y paisana Granada Farrona, entre otras, y luego hilvanó unas palabras sencillas, y sabias como su mirada, “he conocido gente que te quiere”.

El Covid nos sigue haciendo trampas, y se llevó a otro hombre bueno, a Antonio García Gil. Su primo Lucio fue el primero en darme la fatal noticia, bajo la encina que compartimos entre las dos parcelas. Hasta el milano guardó silencio. Los caminos de la desesperación son caminos desvencijados.

Antonio nació en Salvaleón y, como tantos miles de extremeños, emigró a Alemania en los 60, con sus padres y su hermano Feliciano; allí se casaron con la gallega Inés, uno, y con la gaditana Isabel, el otro.

Allí en Alemania, aquellos emigrantes echaban de menos cosas como el paisaje extremeño, la dehesa, el paisaje humano en las plazas de nuestros pueblos inmaculadamente blancos, las tabernas, los bares con humo de tabaco y olor a alcohol fuerte, y aguardiente Machaquito. Y los hombres del campo, limpios, repeinados, jugando a las cartas (un retrato típico ya borroso) ¡las cuarenta!

Su familia ya ha llegado de Alemania con las cenizas de Antonio, para que descansen en el cementerio nuevo de Badajoz junto a sus padres. Hoy nos guardamos las lágrimas en el fondo del ánimo.

Antonio García Gil. Foto: Cedida
Antonio García Gil. Foto: Cedida

Rutas literarias. Badajoz, ciudad poética. Otro proyecto interesante que celebramos. Organiza con acierto la Concejalía de Turismo, y coordina Daniel Casado. Se intenta dinamizar espacios y monumentos con la interacción de distintas disciplinas artísticas como la música y la poesía. Un abrazo del arte.

Y por la tarde estaban previstos recitales en el patio de las casas mudéjares. Varios poetas: Faustino Lobato, Antonia Cerrato, Caridad Jiménez, José Manuel Sito, Chus García, el propio Daniel Casado y servidor, acompañados por el joven violonchelista Miguel Casado. Las tormentas de verano impidieron su celebración, que se traslada al sábado 3 de julio. Seguro que se hablará de ello. Sean bienvenidos proyectos de este tipo que dinamicen la ciudad para el verano.

Cuando la tarde parece que está cuajada de sensibilidad nos toca oír toda clase de dislates por parte de nuestras señorías. Indulto para los insaciables independentistas; aquel de mirada extraviada que parece que mira para Elvas, que nos decía que nos lo metiéramos por donde amargan los pepinos, No se pide perdón, ni hay arrepentimiento, y además prometen que volverán. Al final, panes prestados.

Otro día hablamos de política, que tengo que poner la lavadora y planchar, aunque sean las tres de la mañana.

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

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