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‘The illusion of strength’, de Janet Sobel

‘The illusion of strength’, de Janet Sobel
Foto: arthive.com
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En 1938, Janet Sobel creó uno de los mayores impactos del arte, pero se le atribuyó al pintor estadounidense Jackson Pollock.

Así es como siempre se ha contado la historia: en 1947, Jackson Pollock perdió la paciencia con las delicadas pinceladas que habían definido la historia del arte. Dejando a un lado las cerdas y el caballete, agarró algunos palos y comenzó a arrojar pintura directamente sobre un lienzo que había extendido en el suelo. Con un movimiento de muñeca mientras galopaba alrededor de la obra había dado con un nuevo modo de expresión artística enérgica propio de su psique desenfrenada. La de Pollock era una técnica instintiva, de disparar pintura, que no planeaba minuciosamente su siguiente movimiento.

Al contrario del mito establecido, acelerado por las sensacionales publicaciones en las revistas ‘Time’ y ‘Life’ en 1949 y 1956 bajo titulares tan sorprendentes como ‘Jack el Gotero’ y ‘¿Es él el pintor vivo más grande de los Estados Unidos?’, el estilo ‘característico’ de Pollock no fue invención suya, sino creación de otra artista, cuya extraordinaria historia confunde y vigoriza nuestra comprensión de uno de los contornos más famosos de la historia cultural reciente. En pocas palabras, el arte moderno tiene un problema. Su nombre es Janet Sobel.

La verdadera historia del nacimiento tanto de la técnica del ‘goteo’ como de la llamada ‘pintura all-over’ se la debemos a una mujer de 45 años nacida en Ucrania, sin formación artística previa.

Originaria de un pueblo judío del este de Ucrania en 1893, Sobel escapó de la violencia antisemita y llegó a Nueva York con su madre y sus tres hermanos en 1908, cuando tenía 15 años. Gran parte de las siguientes tres décadas las dedicaría a la crianza de cinco hijos que tuvo con Max Sobel. Cuando su hijo Sol, de 19 años, frustrado con su propio desarrollo artístico, le entregó sus materiales a su madre a fines de la década de 1930, la propia Sobel comenzó a experimentar con la pintura dibujando sobre algunos de los trabajos que Sol traía a casa de sus clases de arte, asaltando la superficie de los lienzos tendidos en el suelo, orquestando un lirismo líquido de derrames y salpicaduras como nunca se había visto.

La primera serie de obras se caracteriza por una poesía primitivista que flota en paisajes encantados, pero no pasa mucho tiempo antes de que la narración figurativa dé paso a una cadencia de expresión más ambigua y amorfa que se desvió hacia la pura abstracción.

Sobel no fue reconocida como artista por derecho propio; se sostuvo durante su vida una creencia perpetuada por destacados críticos de arte, que describieron su trabajo como puramente “primitivo”, el de un “ama de casa doméstica”, al tiempo que elogiaban a Pollock por las mismas técnicas.

Crédito de la imagen

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