Si os parece bien, vamos a volar un poco lejos. Tras algunas experiencias con clientes de origen oriental es curioso observar cómo difieren las costumbres a la hora de consumir un mismo producto. Antes de nada, os recuerdo que aquí no se pretende nunca generalizar ni sentar cátedra; es decir, seguramente no todos los japoneses compartan estos hábitos entre sí, y mucho menos con sus vecinos chinos, coreanos, etc., pero el hecho es que sí se dan.
Una de las primeras cosas que llama la atención es cómo entienden la gastronomía visualmente. En el resto del mundo también cuidamos este aspecto, vestimos las mesas con mantelería, cristalería, cubertería, decoración, etc., pero, si me apuras, se puede dar incluso un paso más, y en este sentido se puede incluir el propio color de un vino como parte de esa decoración. Algo comparable al emplatado que se cuida en cocina para la presentación de un plato. Y por esto llama la atención que una de las cosas que les encanta es el vino rosado entendido como un toque de color en la mesa, que no deja de ser una forma añadida de disfrute del producto.
También es curiosa la forma de entender la bebida como celebración. Esa costumbre, que en nuestra cultura se suele ver al principio o final de una comida, la interpretan de forma diferente, al brindar prácticamente cada vez que van a dar un trago, consumiendo además la copa de forma prácticamente acompasada, todos al mismo tiempo. Y no solo eso, sino que en vez de dedicar un cierto tiempo o dedicación organoléptica, los tragos son más abundantes, consumiendo prácticamente en dos veces una copa que tú o yo haríamos en cinco o seis tandas.
Todo este pretexto es para hablar de una variedad de uva que se cultiva en Japón y con la que se elaboran vinos (sí, allí también se hace vino) tan peculiares como su cultura y su gastronomía. Igual que aquí mimamos nuestras verdejo, alarije, eva beba, macabeo, cayetana… allí donde el sol naciente encontramos la variedad ‘koshu’. Ya de entrada es distintivo el color de la baya, un rosado claro, con un brillo algo perlado que me recuerda un poco a algunas canicas de cuando éramos chicos. Esta uva se produce principalmente en la zona de Yamanashi, centro del país, cerca de la capital. Y su origen, como ocurre con la práctica totalidad de variedades del mundo, no se puede asegurar totalmente, aunque se cree que puede provenir de China, Oriente Medio o incluso de Europa, porque lo que sí parece claro es que es un cruce genético de vitis europea y vitis asiática, con más de un milenio ya de presencia allí.
Los vinos elaborados con esta uva son ligeros en boca y con una acidez justita, delicados en aromas y con un marcado carácter frutal. Esto los hace encajar perfectamente en su gastronomía, protagonizada por el marisco, pescado, sushi…
Son productos en los que este país tenía menos tradición y en el último siglo se han desarrollado y extendido bastante internacionalmente, aunque se tiene constancia de que conocían la elaboración desde varios siglos atrás; recordemos que los portugueses, con su carácter navegante y explorador, ya pisaron por allí hace tiempo (¿A que os suena la ciudad de Macao, por ejemplo?). Hoy seguramente podáis encontrarlos en vuestra tienda de vinos de confianza; y, si no, ya sabéis: San Internet. ¡Salud!