El primer chascarrillo sobre el informe ‘España 2050’, más allá de su propia existencia, ha surgido por apuntar en su página 302 que jardinero en Minecraft será una de las profesiones del futuro que nos espera. Conviene superar velozmente la gracieta para reconocer la oportunidad de la obra, su buena intención y su aparente calidad. Prometo escribir sobre ella cuando haya hecho algo más que hojearla.

Volviendo al jardinero, que es lo que realmente me interesa ahora, coincido con los críticos en su apreciación de que se trata de una solemne tontería. Dudo que alguien pague por un trabajo mecánico en un sistema digital, siendo mucho más fácil contratar cualquier ‘upgrade’ que ofrezca infinitas posibilidades paisajísticas, desde los jardines colgantes de Babilonia hasta los de Versalles, los de Butchart o los del Generalife. Es más, dudo muy seriamente que el propio Minecraft sobreviva a lo que se nos viene encima, se llamen ‘metaversos’ u ‘onmiversos’.

Busquemos un principio. Por no remontarnos a la prehistoria, retrocedamos tan solo un cuarto de siglo. Alrededor del año 2000 proliferaron juegos inmersivos en primera persona, ‘FPS’ (‘First Person Shooters’). ‘Half Life’ y su mod ‘Counter Strike’, ‘Doom’, ‘Quake’, ‘Unreal’, ‘Medal of Honor’ y otros muchos forman parte de la historia de los videojuegos.

Precisamente ‘Unreal’ requirió el desarrollo de herramientas ad hoc que permitieran materializar los diseños de sus programadores. Surgió así ‘Unreal Engine’, un motor de videojuegos desarrollado por Epic Games, que sirvió, y sigue sirviendo, como plataforma base para el desarrollo de decenas de videojuegos.

El motor se encarga, básicamente, de pintar los escenarios, los objetos, los personajes y de representar sus interacciones, cada vez con un mayor hiperrealismo físico y visual. A finales del presente año se liberará la quinta versión de esta maravilla. Su presentación hace unos meses permitió comprobar una parte de sus capacidades:

Ninguno de esos escenarios existe. Todos están programados y traídos a nuestras pantallas por ‘Unreal Engine’. Ahora ‘Epic Games’ acaba de cerrar una ronda de financiación de 1.000 millones de dólares para construir, sobre ese potente motor, su Metaverso.

El Metaverso será un sistema abierto sobre el que se construirán las estructuras de una nueva internet. Esta red habrá evolucionado hasta convertirse en un conjunto ilimitado de mundos en los que sus habitantes podrán llevar una existencia plena y persistente, evolucionando a lo largo del tiempo.

Permitirá llevar a cabo acciones de todo tipo: construir objetos, prestar servicios y ser retribuidos por ello, o establecer relaciones con otros habitantes, dando lugar a estructuras socioeconómicas complejas. También se podrán desarrollar internamente mundos al estilo Minecraft, que acabaría, qué ironía, como un conjunto de pequeños mundos en este gigantesco universo paralelo.

La intención de ‘Epic Games’ es que todo este Metaverso constituya un estándar abierto sobre el que cualquiera pueda desarrollar aquellas realidades paralelas que le interesen. Al mismo tiempo, en su concepción primará la propiedad privada, por lo que la combinación de todos estos factores puede dar lugar a una gigantesca economía real.

Una estructura de este tipo podría acoger desde rodajes íntegros de películas hasta currículos educativos completos, manteniendo, cómo no, un núcleo de ocio social inmersivo con versiones futuras de ‘Fornite’, desarrollado también por esta compañía de videojuegos).

Por ambiciosa y rompedora que pueda parecer esta propuesta, resulta que no es única. No tenemos por delante la creación de un universo artificial en el que sumergirnos, como sugirieron hace dos décadas las hermanas Wachowski con sus Matrix; qué va, tenemos dos.

‘Nvidia’ no desarrolla videojuegos, pero es su hardware el que permite que los motores como ‘Unreal Engine’ alcancen su máximo desempeño. Se trata, por resumir mucho, de la empresa líder en la fabricación de tarjetas gráficas. Tarjetas que, por su capacidad de cómputo, están también detrás de los cálculos necesarios para generar casi cualquier criptomoneda.

El universo de ‘Nvidia’ se llama Omniverso, y persigue unos fines bastante diferentes a los del Metaverso de ‘Epic Games’. En este caso se pretende crear una réplica exacta de nuestro mundo, con una recreación milimétrica de las leyes físicas que nos gobiernan. ¿Con qué objeto? Con la finalidad de convertirse en laboratorio de pruebas virtuales que puedan volcarse posteriormente al mundo real.

Las aplicaciones también son muy numerosas. Una de las primeras compañías interesadas en hacer uso de sus capacidades es BMW. Pretende clonar en el Omniverso sus fábricas, recreando el proceso completo de fabricación de sus vehículos junto con el conjunto de robots que se encargan de fabricarlos. Estos robots estarán equipados con el mismo software que sus originales físicos. Sometiendo las fábricas virtuales a todo tipo de situaciones será posible conseguir un aprendizaje acelerado de los clones que, después, podrá ser exportado a los robots instalados en las fábricas de nuestro mundo.

La firma sueca Ericsson, por su parte, quiere probar el desempeño de sus redes 5G en este universo, antes de desplegarlas en real.

Otra posibilidad muy real pasa por simular escenarios para diferentes tipos de transporte. Un entorno de este tipo permitiría poner a circular tantos coches autónomos como deseáramos, en las circunstancias más variopintas. De este modo, podríamos entrenarlos en entornos sin riesgo. Una vez madurado su aprendizaje, este podría ser trasplantado a los vehículos reales, consiguiendo importantes ahorros y eliminaciones de riesgos.

Después de todo lo anterior, no puedo evitar recordar las reflexiones de Elon Musk sobre la posibilidad de que la nuestra sea una realidad simulada, como ya comenté en un artículo anterior. De ser así, lo único que puedo pedir es que, al menos, estemos en ‘modo historia’, que permita retomar la partida tras cada final inesperado, y no en ‘modo arcade’, que conduce inevitablemente a un lapidario ‘Game Over’.