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Amnistía para la tristeza. Plácido Ramírez

Amnistía para la tristeza. Plácido Ramírez
Julio Saavedra, a la derecha, en la Fería del Libro de Trujillo de 2018 presentando 'Cuaderno de la luz dormida', de Plácido Ramírez, a la izquierda. Foto: Cedida
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Entre aplausos solidarios, y ante tanto desatino, desplantes y palabras huecas que piruetean de boca en boca, se despidió marzo con su metáfora encendida. La noche del último domingo llegó la noticia desplegando su manto enlutado. Julio Saavedra nos había dejado huérfanos de su pluma y sus maneras discretas y respetuosas. Una buena persona, un buen amigo desde principios de los años 80 en aquella casa de Extremadura de Leganés, de nuestros sueños.

El viernes había respondido a un correo de manera correcta y educada (corta, eso sí) pero me hizo fruncir el ceño, cuando al preguntarle cómo estaba respondió: “sin entrar en detalles, como todos, gracias”, El sábado había llegado su artículo del periódico, puntual, elegante como siempre. Y luego…

La vida y la muerte, y la ternura, de un día para otro nos adelantan el segundero, porque así son las cosas. Por las rendijas de la memoria llegarán los hermosos recuerdos.

Seguimos dándole vueltas a la hebra de la vida, por los recodos del olvido. Antes había respeto por la muerte, y ahora también, pero está cambiando la situación, no es la misma; ahora no podemos despedir al ser querido: ni velatorio, ni iglesia, ni entierro. Hace poco más de un mes asistí al último, el de Juan Ramos, en Jerez de los Caballeros.

Antes, los entierros eran de otra manera, sobre todo en los pueblos. Casi siempre se velaba al finado en su casa (en los últimos tiempos en el tanatorio), se daban las condolencias entre parientes, paisanos, amigos llegados de otros pueblos o ciudades, y se comentaban las circunstancias. ¡No somos nadie!

La puerta siempre abierta para que los hombres salieran a fumar y hablar del tiempo y la cosecha; también se hacía en el salón, y en la mesa, el cenicero, las copas y la botella de anís, y coñac en invierno, y una bandeja con perrunillas, magdalenas, gañotes o flores con miel.

Las mujeres, al fondo; algunas vecinas traían su propia silla, rezaban con el rosario en la mano: “Dios te salve María, llena eres de gracia…”. Y alguna, mayor, al final se dormía, agotada por el cansancio de toda la noche. Había más respeto, se acudía en masa, a dar el pésame o la ‘cabezá’. Ahora el paisaje ha cambiado y ya no será igual.

Seguiremos asomados al balcón o a la ventana de los aplausos solidarios, mientras algún vecino con voz maravillosa, como Daniel López Chavero, nos canta, ¡Aleluya!, nos nace a la alegría, y nos emociona. Seguiremos esperando los abrazos de mis hijas, y que mis nietas, Lola, Abril y Olivia, traigan en su mirada la amnistía para mi tristeza, mis suspiros y mis lágrimas.

Daniel López Chavero
Daniel López Chavero

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

 

Con los pájaros del alba
A Julio Saavedra Gutiérrez, que se fue a navegar luceros de agua y metáforas blancas
31/3/2020

La noche de este domingo
Despliega su manto enlutado,
Y mira que fue alegre la tarde,
Que llegó con su risa de violines.

Luego vino la noticia lastimando.

Con los pájaros del alba
Quise gritar tu nombre en los caminos,
Y recordar contigo aquel paisaje
Que traía un sol redondo
y la alegría entre las manos.
Pero sabemos que volverás
Para abrir las ventanas de la vida,
Con palabras exactas y apretadas
Escondidas en los bolsillos,
Para cosernos la melancolía,
Para enhebrar un hermoso traje,
Y abrigarnos del invierno.

Y volverás con tu guitarra
de niebla y olvido,
para cantar canciones de amor,
de esta tierra que tanto nos duele,
de los viejos que tanto lucharon,
de los niños que traen en su mirada,
Amnistía para las lágrimas.

Vuelve de nuevo, amigo.
Para abrir las ventanas de la vida,
Que hay que resistir al olvido.
Te esperamos para nacer

… una vez más.

Regresa por las rendijas de la humildad y de la duda.
Regresa a la luz, y a la alegría,

… y en otra amanecida.

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