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IA en la oficina. Grada 168. Juan Zamoro

IA en la oficina. Grada 168. Juan Zamoro
Foto: Pixabay. Gerd Altmann
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El ritmo al que se suceden los logros públicos relacionados con la inteligencia artificial está alcanzando niveles difíciles de asimilar. A principios de abril, Open AI presentaba la nueva versión de su IA de creación de imágenes a partir de texto, Dall-e v2. Sus capacidades dejaron con la boca abierta a casi todos aquellos que hemos tenido oportunidad de verla en funcionamiento.

Diez variantes gráficas generadas en menos de un minuto a partir de una simple frase descriptiva de lo que se pretende ver y el estilo con el que debe estar recreado. Los resultados, puedo asegurarlo, son espectaculares.

Mes y medio después es Google quien anuncia su propia IA específica (‘Imagen’ la han llamado) para la creación de imágenes fotorrealistas a partir de una frase. Y, huelga decirlo, los resultados son aún mejores que los de Dall-e v2.

Los anteriores son solo dos ejemplos de un nicho muy concreto en el que es sencillo comprobar los pasos de gigante que está dando la IA cada vez en menor tiempo.

Existen otros ámbitos en los que el uso de la inteligencia artificial ofrece ya herramientas plenamente funcionales, aunque en continua mejora. Por ejemplo, en la creación de contenido a partir de un conjunto de instrucciones muy reducido en lenguaje natural. Las utilidades de la propia Open AI, o las de Jasper, las de Copy.ai o las de Copymatic consiguen generar textos coherentes y legibles en cuestión de segundos.

Si hay un terreno donde la capacidad de las inteligencias artificiales específicas está mostrando todo su potencial es en el del desarrollo de software. De nuevo, Open AI es una de las compañías que marca la pauta en este terreno. Cuenta con soluciones para generar consultas SQL, para transcribir código entre dos lenguajes, para explicar piezas complejas de código y otras muchas.

Pero su herramienta estrella es Codex, un sistema que permite programar a partir de frases en lenguaje natural. Esta IA es la que se encuentra detrás de GitHub Copilot, uno de los asistentes de programación más utilizados en el mercado.

Otra vez, sin embargo, es Google quien se lleva la palma con su motor AlphaCode. Esta IA ha sido entrenada para generar código y para participar en competiciones de, precisamente, desarrollo de software. Los resultados obtenidos no dejan lugar a dudas, esta inteligencia se sitúa entre el 54% de los mejores ‘developers’ participantes.

¿Qué significa todo lo anterior? Que la IA ha alcanzado una madurez suficiente como para que podamos hacer un uso cotidiano de herramientas específicas que se basan o utilizan sus capacidades.

Según The Economist, el empleo de software con inteligencia artificial en el lugar de trabajo puede resultar en un aumento del 15% en la productividad. Algunas de las maneras en que se puede lograr esto es automatizando tareas repetitivas o simplificando los procesos de toma de decisiones. Otras herramientas se centran en la optimización del uso del tiempo, como las aplicaciones de gestión del tráfico y las aplicaciones de mensajería instantánea.

Algunas de estas utilidades se encuentran en aplicaciones ya existentes, como el correo electrónico y los buscadores, mientras que otras son nuevas y específicas de la IA.

Independientemente de dónde se encuentren, estas herramientas nos ayudarán a ahorrar tiempo y esfuerzos, permitiendo una mayor dedicación, precisamente, a la generación real de valor.

El empleo de herramientas basadas en IA tendrá una trascendencia mayor aún que la que tuvo la generalización de las hojas de cálculo en el mundo empresarial. ¿Hay alguien que pueda concebir hoy en día cualquier práctica empresarial sin el uso de Excel? Pues algo parecido ocurrirá con los aplicativos AI en los próximos años.

Ante el temor de una posible desaparición de profesiones por la llegada de este tipo de soluciones, la respuesta el rápida y corta; en general, las profesiones se transformarán, no desaparecerán. En casi todos los casos será necesario contar con habilidades específicas para manejar IAs (entrenarlas, gestionarlas, validarlas). El resultado principal consistirá en un incremento de la productividad y en una reducción de las tareas aburridas y repetitivas asociadas a la actividad laboral.

El reverso de la historia también es sencillo; aquellos que renuncien a relacionarse con la IA se distanciarán irremediablemente de mercados y oportunidades relevantes. Quizás sea el momento de comenzar a interesarse por esas herramientas tan llamativas.

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