El objetivo de esta conocida parábola es recordar que en ocasiones nos apoyamos en el conformismo y de este modo tenemos la excusa o justificación perfecta para quedarnos estancados.
Un maestro, mientras paseaba con su joven y fiel aprendiz, le comentaba la importancia del aprendizaje que obtenemos cuando conocemos diferentes formas de vida; así, le ofreció la oportunidad de visitar el cobertizo de madera que se vislumbraba a lo lejos. Cuando llegaron, el joven pudo observar la pobreza del lugar; una chabola, en malas condiciones de habitabilidad, era ocupada por una pareja y tres hijos que correteaban descalzos y con ropas ajadas.
El maestro preguntó al padre de familia: “En este lugar, donde no existen posibilidades de trabajo y los comercios están lejos, ¿cómo hacen para sobrevivir?”.
“Tenemos una vaca que da bastantes litros de leche al día, una parte la vendemos o cambiamos en el pueblo por otros alimentos y con la otra parte elaboramos cuajada, queso… para nuestro consumo, y así vamos tirando”, contestó el hombre.
El maestro agradeció aquella información y cuando se alejaron del lugar le dijo a su aprendiz: “Busca la vaca, llévala al precipicio que se ve allí enfrente y empújala por el barranco”. El joven miró horrorizado al maestro y le dijo: “¡Pero si es el único medio que tienen para subsistir!”. El maestro se mantuvo en silencio y el aprendiz, cabizbajo, fue a cumplir su misión.
Después de unos años el joven no había podido desechar el sentimiento de culpa, y un día volvió al lugar para confesar lo que había hecho y pedir disculpas a la familia. Al llegar observó que todo estaba cambiado, había una enorme casa, con un coche aparcado en la puerta y un gran jardín; angustiado, pensó que aquella familia habría vendido el terreno para poder seguir viviendo. Caminó deprisa y un hombre muy alegre se le acercó. Al aprendiz le faltó tiempo para preguntar: “¿Qué fue de la familia que vivía aquí?”. El hombre le respondió: “Siempre hemos vivido aquí, teníamos una vaca que cayó por el precipicio y murió; entonces nos vimos en la necesidad de desarrollar otras habilidades que pensábamos no estaban en nuestras manos, y así fuimos creciendo”.
El joven aprendió la lección. El verdadero enemigo del éxito se encuentra en los miedos que nos frenan y nos llevan a imponernos limitaciones; sin embargo, es posible encontrar la felicidad cuando aceptamos los retos que van surgiendo, siendo capaces de utilizar nuestro potencial al máximo y vivir libres de vacas.
¿Y tú, tienes alguna vaca en tu vida?