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Ribera del Fresno despide al maestro alarife Quico Cruz

Ribera del Fresno despide al maestro alarife Quico Cruz
Domingo Ledesma, Francisco Cruz, Rafael Tabero y 'El Cano'. Foto: Cedida
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En la parroquia de Nuestra Señora de Gracia de Ribera del Fresno se ha celebrado el funeral por el maestro de la construcción Francisco Cruz Acedo, Quico Cruz, como se le conocía en sus círculos más cercanos.

Cruz había nacido en esta villa pacense un 17 de octubre de 1932; casado, siete hijos, 17 nietos, ocho biznietos e hijo orgulloso de la que hasta 2012 fuera la abuela de Extremadura, Teresa Acedo, con 109 años.

Era el tercero de cinco hermanos, y desde los 5 años compaginaba la escuela con segar garbanzos, vender cal prieta y la elaboración de ladrillos, baldosas y tejas en el tejar de su abuelo paterno.

“A la escuela iba por acompañar a mi hermano Fernando, mayor que yo, para que no fuera solo, hasta que un día me dijeron: anda, coge un cuaderno y escribe”. Después, con 12 años se puso a trabajar en la construcción; fue su padre Juan Cruz, quien lo entró en la albañilería; según el progenitor, ya que sus dos varones no podían dedicarse al campo, uno tenía que ser albañil.

A los 18 años se marchó a Villaverde (Madrid), al servicio militar. Apenas vino al pueblo, según él, echaba más en venir que en su estancia, aprovechaba así para trabajar en casa de unos señores para los que unos tíos suyos servían.

Jamás se le pasó por la cabeza abandonar Ribera, y si lo hizo fue porque “me echaron a Madrid en pleno apogeo de la emigración, ya que me ofrecieron un trabajo muy bien remunerado, pero no esperé tiempo alguno en volverme para atrás, ni tan siquiera abriría la maleta”, nos aseguró hace unos años.

Solo dormiría una noche en la capital. “Me di cuenta de que aquello no era lo mío, sobre todo para un joven que en ese momento tenía otras aspiraciones”. Al volver a Ribera del Fresno, conoció a su mujer, Ángeles Godoy Lavado, con la que se casaría recién cumplidos 26 años.

Por aquí, en aquellos tiempos, el campo y la construcción eran las únicas salidas para los jóvenes. Formó su propia empresa, adquirió una nave para guardar los andamios y en cuanto se incorporaron los dos varones se hicieron cuadrillas de entre seis y ocho trabajadores.

Tanto es así que, según nos decía muy orgulloso, “cientos de peones han ido pasando a lo largo de todos estos años por mis manos, hoy día son verdaderos maestros”; y sonreía al afirmarnos que “todos los de la calle Sevilla han estado conmigo, los de mi edad y otros más jóvenes”.

Su padre, sus tíos y abuelo habían venido desde tiempo inmemorial dedicándose a la construcción, sagas también numerosas de familias enteras sus clientes, que por encargo pedían hacerse copias de edificios que ya ellos habían venido realizando, como las de los Martínez López, Suárez López, López López, e incluso el mítico ‘Cortijo Bonito’ de don Juan Gragera en la finca de la Jara, allá por el año 1928 levantado por su bisabuelo Abelino Cruz, donde además eran pintadas también sus bóvedas y pasos, una vez terminados por ellos mismos, los moldes en madera y escayola.

Entonces había que hacerlos, líneas y betas, estucos para el zócalo, en el comedor…, se pintaba a mano, al cartabón; dotes que ha heredado su hermana Isabel, como su hija Angelines, que también pintan, nieta y biznieta de Estanislao Cruz. Sus nietos continúan en la construcción, toda una saga familiar dedicados a la vivienda.

Las bóvedas se hacían a jornal, por entonces cobraba dos y tres pesetas, otras siete. “Era un no parar de gastar barro. Eran trabajos sin andamios, se apuntalaban unos palos y los atábamos para poder lucir con unos agujeros”.

Con gracia nos recordó cómo venían a buscarlo para trabajar en determinadas faenas en las que el pueblo sabía que era un gran especialista. En 2010, con 77 años, hizo la última bóveda, de la casa de la familia Pavón-Rodríguez en la calle Hoyo. Cosas del destino, esa misma casa fue la que construyó su abuelo Estanislao en el año 1906.

Quien en sus inicios empezase en el campo ha enseñado a más de cien personas el oficio de albañil. Volvería a la agricultura ya retirado y tras una vida plena en la que ha estado dedicado a su familia, y fallecía a sus 89 años.

Juan Francisco Llano Báez

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