Mayo regatea curiosidades y siembra advertencias. Póngase la mascarilla, hombre de Dios, que no cuesta nada, aunque amanezca en una nueva fase, respete las indicaciones pertinentes, y no haga piña que no por mucho madrugar amanece más temprano. Cuide los detalles y sea reflexivo en este tiempo de amor y muerte, que en la linde de los caminos nos daremos los abrazos, las caricias, los besos y cantaremos las canciones que nos faltan.

En mayo se adivinan las iniciales de las mujeres y hombres que nos salvan de esta tragedia infinita. Las manos que nos emocionan, que nos aman, nos miman al completo, y nos transmiten sensaciones nuevas que no podremos olvidar mientas dure este valle de lágrimas. Esta metáfora de la vida que nos da pinceladas de afecto y cordura, mientras Dios se asoma cada tarde, con su risa nueva, a los balcones de la esperanza para aplaudir con más fuerza que nadie.

Se nos escapó la romería de San Isidro, por entre renglones de sol, y no pudimos rezar al patrón de nuestros campos, ni admirar su belleza por tanta lluvia caída, que obró el milagro, ni en la ermita de tres arroyos escuchar las canciones de nuestro rico folklore y ver bailar a los coros y danzas de Badajoz.

Y mientras esto se escribe, estaríamos a un punto, y seguido de finalizar la XXXIX Feria del libro, en la que llevo participando activamente más de dos décadas, desde que se celebrara en Castelar, luego en San Atón, y en los últimos años en San Francisco, con sus diferentes concejalas de cultura, Cristina Suarez Bárcenas, Consuelo Rodríguez Píriz y Paloma Morcillo.

Siento una inmensa tristeza, que debido a este encierro, este año no se lleve a cabo o se retrase (Dm) a septiembre. Sobre todo destacaría dos actividades: el concurso ‘Está en los libros’, donde participaban alumnos de 1º y 2º de ESO de 16 institutos de Badajoz y provincia. Y ese mágico proyecto literario que se dio en llamar con el sonoro título de ‘El vuelo de la palabra’, y que llegaría a su vigésimo tercera edición, donde el último día se presentaban dos libros, uno de cuento y otro de poesía, que reunía a lo más granado de los escritores extremeños.

Al arrebujo de sensibilidad de la primavera llegaba este vuelo de la palabra para unir voluntades, apaciguar rencores, adivinar pareceres y que nos hacía saltar las lágrimas de alegría, cuando llegaba el abrazo nuevo y la concordia. Y tiene el respeto y el reconocimiento por parte de todos los amantes de la cultura en general.

Las noches dibujan horizontes nuevos, y también distancias y desconciertos, como si un lobo hambriento buscara su presa en cada esquina de la ciudad.

Cuando esto acabe, en cada plaza, habrá un retrato con la mirada y los recuerdos de los ausentes. No podremos olvidar sus nombres, los escribiremos en la libreta de la memoria y de la niebla, y para ellos tocará el violín Pedro Martínez, con sensibilidad y equilibrio.

En la linde de los caminos seguiremos silbando afectos, acurrucando suspiros y enhebrando emociones nuevas y mil te quiero.

Pero nos indigna ver en las colas del hambre a familias enteras en fila de a uno, para recibir una bolsa de comida, mientras sus señorías borran sus altos honorarios, para que no se vean, altas cifras por gastos de representación, de libre disposición, ayudas de desplazamiento, para los que no vivan en Madrid. ¡Con la que está cayendo! Si no van ni al Congreso… Un poco de por favor, mire usted.

Menos mal, que a pesar de este tiempo de incertidumbre, al final se logra dormir, e incluso tener algún sueño dulce o medio erótico, eso que ganamos. Con tu nombre me dormí/ contigo me escapé/ en un sueño de amor y de locura/ con tus labios yo soñé/ y con tus senos, ¡ay! de canela.

Pero si no tuviera, si me faltara, la mirada limpia de Lola, Abril, Olivia y de lo que venga (Paula o Lucía) trizaría contra la pared el azul de la tarde.

En los anocheceres exigentes y sensibles, marcando el acento, y las primeras luces de la madrugada, mientras se oye el cierre del bar Skakeo, que aunque no abre al público todavía, sirve a domicilio, uno escribe con algo de sueño en este parque literario de mi ciudad (que es la ventana de mi habitación).

En la linde de los caminos, seguiremos barruntando la lluvia de la alegría, zurciendo esperanzas y navegando silencios.

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!