Culebrea junio entre tormentas y renglones de sol, y madrugadas de feria que parece que no son de verdad. Esta feria de San Juan nos trae sus emociones, con sus colores de melancolía, pero que en muchas ocasiones nos esconde los besos. La luz de la feria nos acaricia la mirada, nos acentúa el rostro, y mece nuestro temblor, acicalando la tristeza para siempre.
Pero cuando sus señorías se ponen a garbear por cuenta propia se nos quiebra la voz, les tememos más que a una tormenta seca, y más que a una vara verde. Nos suben los impuestos, los precios de los productos de primera necesidad, (ya saben, de los ricos) del gas butano, del gasoil, la luz. Precisamente en Extremadura, que tenemos pantanos, centrales nucleares, placas solares en la dehesa, nos debería salir, si no gratis, al menos al 50%.
También quieren tocar las pensiones o congelar algunos sueldos. Pero sus elevadas nóminas, latrocinios y privilegios varios no se tocan. Hombre, está bien que uno diga “esta la pago yo”, y la próxima también, y la siguiente, pero por Dios no sea terco y arrogante, que así no se puede ir por la vida, y pague usted alguna vez, y más en este tiempo Covid. Ser humilde, sencillo, sereno, nada cuesta.
Eso sí, deberíamos de despojarnos del ego que nos ahoga, que nos ciega, y nos acerca a las lindes de la soberbia, de la envidia. ¡Ay, si la envidia fuese tiña! Que dice mi madre.
Las rutas literarias, un proyecto que está teniendo mucho éxito, siguen adelante, coordinadas por Daniel Casado. El sábado 19 el guía turístico fue Joaquín Fuentes, y la poeta Caridad Jiménez. Por la tarde, en el mágico patio de las casas mudéjares, el recital fue a cargo de Chus García y José Manuel Sito, y acompañó el joven violonchelista Miguel Casado.
El próximo sábado 26 la ruta la guiará la poeta Antonia Cerrato, y por la tarde el recital correrá a cargo de Caridad y de un servidor, con la música del violonchelista. Sean bienvenidas estas actividades. Nuestro aplauso sincero.
‘Destello bravío’, o el triunfo de lo rural. Uno se alegra del éxito de sus paisanos, o paisanas en este caso; ya saben, el acento, la sangre, el paisanaje, tiran. ‘Destello bravío’, la película que dirige Ainhoa Rodríguez, ganadora de una Biznaga de Plata y el Premio especial del jurado en el Festival de Málaga, es un retrato artesanal de la España vaciada, rodada en tierra de Barros y más concretamente en Puebla de la Reina, con actrices no profesionales, Carmen, Isabel, Guadalupe, Valentina, que narran sus historias vitales.
Una película hermosa, tierna, impregnada de poesía, singular, emotiva, honda. Las actrices traen conectadas a sus voces canciones de madrugada, y parece que cada cual vuelve a su infancia.
Como si el niño que ayer fui oyese el yunque y el martillo de la fragua de Liborio al subir la calle nueva, camino del paseo de la Plaza (nuestro primer paraíso, y único), rincones profundos, silbidos de emoción. Una muesca de alegría en el corazón. Los rezos, de chico, las procesiones, la cara doliente de la Virgen, el Cristo inclinado.
¡Oh, no eres tú mi cantar/ No puedo cantar, ni quiero/ a este Jesús del madero/ sino al que anduvo en la mar!
Esta vez me dio por llorar.
