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Tarjetas azules del hambre. Plácido Ramírez Carrillo

Tarjetas azules del hambre. Plácido Ramírez Carrillo
Foto: Cedida
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Diciembre cabalga ilusiones y distancias, y baila con miradas nuevas. Pero el caminante no artozonó el paso, ni el canturreo navideño y se estoró una buena mañana en San Francisco, a pesar de las predicciones meteorológicas, para disfrute y lucimiento del mercadillo navideño recién inaugurado.

En este tiempo de sobresalto, de preguntas sin respuestas, de silencios y olvidos, nos damos de bruces con la suerte de nuestra viñera memoria, y comprobamos que nos faltan abrazos y nos sobran asesores, palabras huecas y deshilachadas, y mucho relamido colorín.

Sabemos que estamos en la hora exacta de los buenos momentos, de las risas apagadas. Pese a todo, y sin embargo, queremos que llegue con manifiesta urgencia un mensaje de alegría sin sombra, como algún toque de oración desde la futura campana de la Torre de Espantaperros, un canto por los ausentes, más de setenta mil, según las cifras no oficiales.

“Hasta que no llegue Navidad, no eches manos a podar”

La Navidad asoma ya por rendijas de humildad. Dios nacerá en un humilde pesebre, y mi madre, ese día, cumplirá 91 años, lucidísimos, con una memoria y una salud prodigiosas. Ese mismo Dios que cuando sea hombre detendrá con su mano la furia del viento, y amansará la tormenta, parará los rayos y los truenos y acariciará los relámpagos. Ese mismo Dios al que cantó el poeta “No eres tú mi cantar/ no quiero cantar ni puedo/ a ese Jesús del madero/ sino al que anduvo en la mar”.

Ese mismo Dios que está en las colas del hambre sin mañana, que crecen y doblan la esquina, en fila de a uno, en carrefilera; con la mirada perdida, familias enteras, autónomos, empresarios que se arruinaron. Triste y terrible escena. En la cartera, ahora, la tarjeta azul del hambre, arañazos de la vida, las costuras del alma.

“Dame pan y llámame tonto”

Antes de que llegue la ley Celaá, que permitirá pasar de curso con dos suspensos, los políticos de un lado y de otro falsifican máster y títulos universitarios. Luego será más divertido. Y mientras, aprendemos palabras nuevas de nuestras señorías, como la ‘expertitud’ de la vicepresidenta. Antes fueron frases lapidarias como “el dinero público no es de nadie”, por poner un ejemplo.

Muchos, que no fuimos a colegios privados, ni concertados, pero sí de auxilio social, sabemos decir ‘arguineguin’ sin trabarnos como el ministro. Nosotros fuimos felices a nuestra manera, con muy pocas cosas, y disfrutamos pisando los charcos con nuestras botas katiuskas para romper el carámbano. Otra cosa que no sabrán hacer los futuros alumnos de los dos suspensos de la ley Celaá.

Foto: Cedida
Foto: Cedida

Leemos que algunos sindicalistas se subieron el sueldo más del 20% o 30%, pero de la necesaria defensa de los trabajadores, de los ERTE, de protestar por la situación, ni pio. ¡Ahora no toca!

Y nos sorprende leer que nuestro presidente de España quiere castigar a Extremadura y Castilla la Mancha, por no mirar bien el pacto con independentistas y Bildu. Todos los presidentes, siempre, nos castigaron, nunca nos dieron nada, pero como decía el chiste “¡como no nos quede preñaos!”. ¿Nos quitará el AVE? ¿La autovía Cáceres-Badajoz? ¡Como una promesa eres tú, eres tu…! ¡Así…!

A pesar de las tarjetas azules del hambre, guardaremos el coraje y los lazos de primavera, para abrazarnos por Navidad.

Suena en el violín de Pedro Martínez, ‘Imagine’, conmemorando el 40º aniversario de la muerte de John Lennon.

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

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