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Verdades desatinadas (memoria sentimental de las tertulias). Plácido Ramírez Carrillo

Verdades desatinadas (memoria sentimental de las tertulias). Plácido Ramírez Carrillo
Tertulia del Bar Dani. Foto: Cedida
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Este otoño metálico y casi siempre mágico llega con su discreta galanía y trae lápiz y libreta para desparramar afectos y palabras con música donde se tercie.

La tarde peina su melancolía y por sus ojos encandilados rafaguea la imponente visión de la Puerta de Palmas y del río Guadiana, ahora que todos recuerdan cuando era río de verdad, y donde en otro tiempo, muy cerca, aquel muchacho de tierras del Alagón estudiaba con amoroso ahínco, y desde aquel entonces atesora hondas y deleitosas emociones.

Nosotros, pecadores de fin de semana y fiestas de guardar, añoramos distancias y navegamos risas nuevas, y mil te quiero, mayormente para conseguir enhebrar los detalles, las tertulias y las manías.

Es verdad que son importantes las tertulias en este tiempo que vivimos de verdades desatinadas, en el que abundan los epidemiólogos, los expertos en psicología, y mucho enteraíllo.

– Y mucho tonto el haba, mire usted.
– También, también.
– Cuando el gato se va los ratones hacen fiesta.

Digo que, aunque siempre las hubo, parece que después de este paréntesis de encierro y restricciones las tertulias han vuelto con fuerza a las terrazas de los bares y de las tabernas, más modernas eso sí. Por ejemplo, en mi barrio de Santa Marina, donde por cierto la plaza de Santa Marta, o del pirulo, sigue navegando sin rumbo. El bar quiosco, anclado, sin cambiar, con jaramagos por los laterales y, como la puerta de Alcalá, “ahí está viendo pasar el tiempo”.

Son varias las tertulias actuales. Como la del bar Dani, que acaba de estrenar toldo para la terraza, capitaneada por Jesús Caramazana donde varios tertulianos fijos arreglan el barrio, y el país, en un pis-pas, oiga. La forman Pepe Rey, Clemente Aza, Salvador Márquez, Juan Burgos, Luis Troya, Juan García Izquierdo, Juan Sixte, Luis Santos y Juan Gracia de la Peña.

La de la propia avenida de Santa Marina, culta y polifacética, conocida como ‘Punto caliente’, en la que se juntan Villafaina, el del teatro; Diego Bardón, fontanés, el torero que corre maratones, como el de Nueva York, pero andando para atrás; el flamencólogo Zambrano; Manuel López, ex cónsul de Mauritania; y el periodista Eloy López, que cada vez que puede y el trabajo se lo permite se acerca por allí para disfrutar y aprender.

Eloy López, Antonio Barquilla, Francisco Zambrano, Manuel López y José Manuel Villafaina, algunos de los integrantes de la tertulia 'Punto caliente'. Foto: Cedida
Eloy López, Antonio Barquilla, Francisco Zambrano, Manuel López y José Manuel Villafaina, algunos de los integrantes de la tertulia ‘Punto caliente’. Foto: Cedida

En el bar Miniatura también existe una tertulia, más vecinal, con algunos directivos de Santa Marina, como Jaime Olivera, caminante no hay camino; Rafael Sequeda, Telefónica, “una, dos, y tres, lo que usted no quiera pá mi calle es”; Manuel Domínguez, el profesor de palabra exacta que torea despacio y por derecho; y Pablo Cidoncha, afable y de claro sentido.

Hay muchas más, pero no tenemos más cartuchos. Otro día volveremos a los bares; por ejemplo, de la Plaza de los Alféreces; al Viejo Bar, con singular y simpática reunión de contertulios. Iremos también al bar de los Alféreces, que capitanea Alejando Alegría con su entrañable familia.

En las tertulias, eso sí, cada uno cuenta sus cuitas, sus penas, sus quebrantos, y sus verdades desatinadas. Naturalmente, mientras tanto, los políticos siguen a lo suyo, inventando fuegos de artificio para calentar a la turbamulta humana. ¡Como si estuviéramos en las últimas ansias! Y es que hay que tener valor para sostener este tinglado y su jerigonza materialista.

– Cada loco con su tema y cada lobo por su senda.

Cuídense, y póngase la mascarilla, sirena del Guadiana, que no cuesta tanto. Nosotros seguiremos inventando metáforas nuevas contra este virus que nos distrae.

– ¡Llena otra vez, Josué, que nos vamos!

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