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Al buen callar. Juan Monzú

Al buen callar. Juan Monzú
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Por mor de la cadencia que estamos obligados a vivir por el bien propio y el ajeno, vacuna mediante, a trotecito lento avanzan los días, aburridos, extraños, como ‘gallina en corral ajeno’, y a pesar de las albricias ‘la cosa’ sigue anclada en nuestras entretelas, no sé si riendo a mandíbula batiente por nuestra agazapada incapacidad.

Y nosotros, usted, yo y el de enfrente, aguantando campanadas anónimas, consumiendo horas de silencio, archivando irreparables ausencias, prodigando soledad, y sufriendo múltiples, y a veces irracionales, indecisiones y polémicas, al aguardo de que un cercano día, el brillo del sol sea igual al de aquel sol que a las puertas de la primavera, se quedó en la memoria un día de marzo.

Algunos todavía, ya sea en silencio, nos resistimos a dejar de pensar, y como tenemos tiempo, pues eso, pensamos. Y, esta mente mía que ya peina canas, cuando ‘da en no creer en nada’, piensa, tal vez y no sé si afortunadamente, más y en más cosas de las que debiera.

Y frente a esta inapetencia que ‘bosteza, zaragatera y triste’, me ha dado por pensar en mil asuntos, sin importancia tal vez; y en temas importantes, y en la importancia de las cosas, eso, que a muchas de esas cosas se les está arrebatando sin rubor, y sin declaración de última voluntad. Asuntos, temas, cosas, señas de nuestra identidad, que esta sociedad en construcción parece dispuesta a cambiar a toda prisa, incluso bajo el paraguas vírico que nos amenaza en silencio.

Los años son lo que son y como el horizonte a veces se tiñe de sepia, mi pensamiento, o mi recuerdo, o mi necesidad, han cavilado consigo mismos, sobre libertad, sociedad, educación, cultura, ideales, país, igualdad, salud, oportunismos, transparencia, respeto o futuro. Y confieso que, unos más que otros, los he visto descolocados, fuera de concepto, como en remojo, como si hubieran perdido el norte que por definición les corresponde. O como si buscaran una explicación suficiente que les permita entender el nuevo reparto de papeles, entre tanta corriente a contracorriente que sopla en estos tiempos, dicen que progresistas, de canto de sirena.

En la Roma antigua la diosa Libertas encarnaba la libertad, y el concepto, personificaba el estatus que distinguía a los hombres libres de los esclavos. Y allá por mayo de 1968, cuando muchos de los que ahora mandan y dicen que gobiernan no eran ni proyecto, se acuñó y popularizó el lema ‘Prohibido prohibir’ como ideal de la libertad en su más extenso concepto y desarrollo.

No digo yo que lo sea, pero a mí me lo parece. Que la educación, la cultura, los ideales, la igualdad o el respeto, por alguna razón no sé si de evolución o de involución, y en el ejercicio de la libertad que se supone que disfrutamos y nos corresponde a todos, brotan de la prohibición según qué cosas se quieran, qué pensamientos se tengan, qué conceptos se declaren, qué ideas se expresen, qué dirección marque el viento de los ideales, a qué igualdad se quiera igualar, qué hoy se quiera vivir, qué enseñanza se pretende, o qué futuro se espera. Y a mí, que estas formas, este diseño, me suena, pero con menos luces y revestido con otros colores. ¡Será un espejismo de mis ojos miopes y mi cansada imaginación!

Situaciones inexplicables a veces, en ocasiones transgresoras, otras inesperadas, muchas incomprensibles, que se vienen instalando con mando en plaza en los anaqueles del propósito, piezas de una almoneda de emociones viejas y nuevas, opciones buenas y malas, ocasiones propias e inoportunas, y desaforadas carreras a ninguna parte, sobre las que no sé si vale la pena detenerse, conocer y opinar. ¡Mejor, no! Aunque, “cum tacent, clamant”, que dijo Cicerón.

Porque “algo sabe el que no sabe, si callar sabe” y porque “al buen callar llaman Sancho” que replicó el bueno de Panza, al escuchar uno de los consejos de, como dice la niña Abril, de 4 años, don ‘Pijote’ de la Mancha.

A pesar de nuestra suficiencia y contra lo superlativos egos, que de todo hay en un mundo tan plural como el que nos adorna, algunos esperamos, como el poeta, un milagro de la primavera que a cada quien y cada cual, abra la puerta del particular mañana efímero de cada uno. ¡Inmunidad incluida!

Tal vez, sean necesarios más de un milagro… ¡Mucho pedir, va siendo!

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